miércoles, 30 de mayo de 2012

Con-fusión


La visión infinita del mar transforma cualquier sentimiento de culpa en una larva, en algo minúsculo y sin importancia.
Estás en el sitio por otra cosa pero qué más da: el vapor de agua salada envuelve las súbitas ganas de verlo, se acelera el corazón con sólo suponer que puede estar allí, cerca. Sonríes con malicia pero en menos de un segundo te espanta la duda, la vergüenza, el miedo a ser descubierto. “¿Qué tiene de malo sólo pasar a saludarle? Te excusas en el disfraz de lo moralmente aceptable para caminar en su búsqueda.
Pasas una reja y miras a tu alrededor para despachar a cualquier testigo indeseable se haya colado en la escena. No ves a nadie y esto te anima a continuar hasta la puerta de madera medio abierta -con este sopor hasta es permitido que el aire caliente se cuele. Sigues y silencias los pasos mientras observas la mesa del recibidor llena de fotos de boda, familiares, infantiles. El latir del corazón aumenta cuando al acercarte a la sala escuchas jadeos, movimientos torpes, apuros y un sofá de cuero que cruje.
Está él sobre ella; ambos con la ropa a medio quitar. La fogosidad no dio tiempo de despejar más piel. Te detienes en seco con pena, susto, rabia, buscando mirar para otro lado. Giras. “Espera, no te vayas, ya va, mira…”. Pero tú ya has llegado a la puerta de madera y sigues con pisadas raudas. Él te alcanza por el brazo justo al cruzar la reja. Tan fuerte te hala que te voltea. Te detiene con un beso encendido. Mueves la cabeza esquivándolo pero su boca hubiese sido más soportable que la llama de su respiración entre tu oreja y cuello. Intentas empujar ante la dureza de su miembro bajo la bermuda a medio abrochar.
Alguien se acerca en tu auxilio. “Tranquilo, no pasa nada. Está ebrio y se ha confundido”, dices. El aparecido trata de convencerse a pesar de que tiemblas como celofán. “Ayúdeme a llevarlo de regreso a su casa. Ha salido de aquí”, señalas hacia la puerta de madera. Él, aún sujetando fuerte tu brazo y con los labios mojados de tu saliva y su sudor, te mira buscando explicación pero no te contradice y se deja llevar por la situación. Tal vez en otro momento puedan darse y oírse las explicaciones. Tal vez otro día puedan decirse quienes son de verdad.

Pierina Soledad Quintero. Mayo 2012

viernes, 30 de marzo de 2012

Mala madre



En el Primer tecleo escribí que una de mis motivaciones a abrir el blog era que ya seguía unos que me encantaban por su naturalidad y buen sentido del humor. Uno de ellos se llama mamaenalemania.blogspot.com, el cual disfruto a montón porque es una española (me cuaja de la risa el acento y desparpajo de los españoles) que tuvo que mudarse a Alemania por cuestiones del trabajo de su esposo y abrió su bitácora de adaptación a este cambio desde la perspectiva de una madre de dos “polluelen” como ella les dice. Y uno de sus últimos post, titulado Yo tarzán, tú mamá, trata lo del síndrome de mala madre que todas sentimos en mayor o menor cantidad, mientras tratamos de hacer lo que creemos mejor para nuestros vástagos.

A mí la sombra de mala madre me persigue desde que mi esposo me decía que yo estaba embarazada y yo le contestaba que no porque "no sentía nada". Él tuvo razón y en todos estos tres años y medio de vida de mi Sebas he sentido la mirada culpadora de mala madre porque no ando detrás de él por toooodo el parque. Por supuesto que no lo dejo sólo en una montaña rusa pero tampoco hago de guardaespaldas en cada escalón que lo sube al tobogán, ni desinfecto toooodo lo que va a tocar en la calle. ¡Por favor!

Además, mi niño es súper independiente (no sé si por esto mismo de no andar encima de él y eso que es mi primer hijo) y muy poco le gusta ir de la mano en la calle, sino a su propio ritmo. Por eso, algunas veces él va detrás o yo adelante o viceversa, hasta que alguien lo para y le pregunta: "¿Estás sólo pequeño?" y él, contestando con fastidio al pesado entrometido, responde. "No, ¡mi MAMÁ está allí!". Allí, yo que le he estado viendo sin apabullarlo, sonrío, intercambiamos miradas de complicidad y siento que no lo he hecho tan mal.

Pierina

martes, 27 de marzo de 2012

Titán venezolano



Aún me parece que ese a quien ves en la imagen, es un venezolano en una película de Hollywood, Furia de Titanes 2, no sólo por lo cerrado que es ese mercado cinematográfico, sino también por las diferencias políticas entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela. Pero tranquilos que no hablaré de política, sino de lo que me hace sentir Edgar Ramírez y su posicionamiento en la gran pantalla internacional.

No sé si se trata de apropiarse de logros ajenos, pero yo siento tal alegría como si los titulares dijeran que mi hermano está de tú a tú con Liam Neeson o Al Pacino. Me emociona saber que el talento actoral venezolano es reconocido junto a nuestra positiva participación en el fútbol y en las pistas de Fórmula 1 (cada juego de la Vinotinto es como defender tesis para mi y si Pastor Maldonado está manejando ahí estoy yo, conduciendo con él y agarrando un plato como volante).

La emoción es palpitante porque en mi país hemos podido ver el crecimiento de Edgar desde papeles pequeños en novelas rosa, hasta su reconocimiento en el cine nacional (impelable películas como Punto y Raya, Yotama se va volando, Cyrano). Y, hay que decirlo (porque si no puedo morir atragantada), es bellísimo, tiene “el cuerpo”, unos ojos de ángel y una sabiduría de gurú ¡Perfecto pues!

Este tipo de cosas sirven también “pa’ echárnosla” con cualquier cinéfilo o extranjero en general, alardear un poco del buen material actoral que tenemos y que quizás sólo le ha hecho falta una buena oportunidad. Además, sirve hasta para reflexionar sobre ir tras aquello que en el fondo hemos querido hacer desde siempre y no nos atrevemos (en mi caso: tener un negocio propio de comida, panquecas por ejemplo jajaja, y seguir haciendo periodismo pero más social, más ciudadano y por mi cuenta).

“¿Y tú de dónde eres? –Paisano de Edgar Ramírez, el titán venezolano”. ¿Qué tal?

Pierina

viernes, 23 de marzo de 2012

Lluvia: te sabía nostálgica



A diferencia de muchos, a mi me gusta la lluvia. No sólo porque me provoca quedarme acurrucada en mi casa, con una buena película y chocolate caliente, sino porque también la puedo disfrutar aún estando en la calle. Las gotas me erizan y me encanta; chapoteo las pequeñas lagunas y me encanta. En este punto, algunos pensarán “ésta como que nunca ha tenido que salir temprano a trabajar con un aguacero y ¡sin tener carro propio!”. Pues sí, me toca con frecuencia, y precisamente lo supero con sólo disfrutar al ver la ciudad, mi Caracas, a través de los vidrios mojados de un transporte público.

Es como ver a la ciudad recién bañada, como yo, para escribir un nuevo verso de su rima o titiritando de sentimiento puro hacia el amado/a o sudada por ese ajetreo cotidiano, en medio de vehículos y personas que le tropiezan apurados.  O es descubrirla triste, con las lágrimas que le genera un recuerdo, una pena o un dolor, como la he sentido hoy. Gotas de lluvia como lágrimas por un ser querido que ha sido ultrajado, desaparecido, sacado de este mundo por el hampa.

No hay palabras para tanta impotencia. Cada día aumenta la pérdida de hombres, mujeres, niños, pobres, ricos, conocidos y desconocidos, en medio de un huracán de violencia y odio. Lo veo y siento el llorar de seres humanos que ya no saben a cuál autoridad acudir para exigir seguridad ni a cuál santo rezarle para pedir protección. Hoy veo la lluvia y lloro a través de ella. Lluvia: te sabía nostálgica pero no tan dolorosa.

Pierina

miércoles, 21 de marzo de 2012

Para entendernos bien


Siento (y de esto es lo que va a tratar principalmente este blog, de sentir) que debo explicar un poco más mi motivación a “teclear” temas personales, íntimos, cotidianos y universales, alejándome en la medida de lo posible de la última noticia política o económica, claro si la vena periodística me lo permite. Y esto se debe, principalmente, a la simple y primitiva de comunicar, de transmitir aquello que nos acontece, preocupa o alegra, con el fin de buscar una solución, consejo o sugerencia. Pero en mi caso me empuja más el interés de compartir.

Este año he sentido una energía (creo mucho en esto, advertido) especial, de fortaleza interior, de que puedo hacer lo que quiera con menos miedo al fracaso, a la vergüenza y a los señalamientos. Supongo que tiene que ver con el paso de los años (tengo 33 recién cumplidos; la edad de Cristo como dicen y al respecto les comentaré más en otro momento) y el ver que, si bien me faltan muchas cosas por alcanzar (una maestría, una casa propia, más tiempo y espacio para mi hobby de pintar sobre madera, entre otros), me siento a gusto con lo vivido hasta ahora y con lo que tengo: mi Sebas, mi premio Oscar, mis padres y mi familia colombo- venezolana, junto con una buena salud que me ha permitido trabajar en lo que me gusta, la comunicación social, ejercida ahora de una forma más relajada por ser periodismo institucional.

Esa misma energía me ha llevado a mirar con otros ojos a mi entorno, al medio ambiente que nos regala mañanas increíbles y atardeceres de película, que no permito que el tráfico citadino me haga perder. Disfruto una conversación común en la cola de cualquier banco o supermercado sólo por la bendición que me ha dado Dios de conversar con otro ser humano igual que yo. Por supuesto que hay días en que pego mis cuatro gritos si veo que se colean en una fila o noto alguna “viveza criolla”, pero no me engancho todo el día en ello, sino que respiro profundo y lo paso a la columna de gajes del oficio de vivir. Me he dado cuenta de que existe una conexión entre el alma o espíritu interno con el universo, y eso me encanta: saber que más allá de tanta materialidad existe una fuerza superior (llamada Dios, Jehová o Alá; lo que importa es la fe en ello) que nos provee de un poder inimaginable para vivir como queremos vivir.

Por último, debo confesar que me he hecho adicta a los blogs que cuentan experiencias familiares en otras partes del mundo, como forma (barata, por demás) de conocer otras formas de pensamientos y acciones, de viajar a través de las letras de otros (ya les iré copiando las direcciones web). No sé si será sólo “chismoseo” virtual, pero me ha ayudado a aliviar algunos pesos al darme cuenta que nos unen muchas cosas, independientemente de los kilómetros que nos separen o el idioma que hablemos. He aprendido a través de sus experiencias y me han dado muchas pistas sobre cómo conectarme conmigo misma mientras el hago el tete a mi Sebas o discuto con mi premio Oscar sobre la crisis (increíble, pero se puede). Y, por otra parte, me ha llamado la atención que no existen muchas blogs venezolanos al respecto (o tal vez, no los he sabido buscar), siendo nuestra característica la espontaneidad, la risa fácil y lo “cuenteros” que podemos llegar a ser sólo por una buena conversa.

Así que sobre esto tratarán las siguientes entradas. Si te gusta, chévere contar contigo en este camino y si no, tranqui: igual gracias por pasar por aquí.

Pierina

martes, 20 de marzo de 2012

Primer tecleo


Realmente tecleo desde hace muchos años, sólo que hasta hoy decido hacerlo a través de esta tecnología y explico el por qué a través de un escrito que publiqué primero en mi face y lo titulé One Post:

 "Los blogs. Me identifico plenamente con aquellos que desbordan creatividad y contenidos originales de ver (y lidiar) con la realidad. Me apasionan aquellos que juegan a la literatura del día a día, que destacan el valor de la espiritualidad del ser humano en su relación con el otro y con el medio ambiente. Me molestan aquellos medio cursis que sólo muestran gente súper feliz, de viaje en viaje y que hacen de todo a las mil maravillas y no despiertan amargados por lo menos una vez a la semana!!!!

He estado pensando crear uno (parece que es OBLIGATORIO pa' los periodistas el tener uno y casi es una tortura cuando me preguntan: ¿no tienes blog?). Pero aún no me decido completamente, ya que de por sí nunca llevé un diario porque no me pasan cosas extraordinarias o “profundas” todos los días jajaja.


Lo que sí tengo claro es que no quiero que sea de noticias porque ya existen bastantes páginas especializadas (ufff!). Lo quiero menos formal, más tranquilo, como pa' iniciar conversas con gente más como yo: adultos contemporáneos (¿eso se usa todavía?), con niños (o sin ellos) que siguen sorprendiéndose con las cosas bellas de este mundo, respetan a su entorno y buscan estar en contacto real con su ser interno. Todo esto salpicado con la dinámica propia de las grandes urbes y con las ganas de hacer las cosa lo mejor posible con la familia, la pareja, los hijos y con la profesión (sólo enumerarlo adelanta un “tecleteo” arduo jeje).


Mientras, voy siguiendo los blogs que me gustan a ver si termino de convencerme. Pero epa, un momento: ¿Cómo que ya escribí mi primer post?"
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Se los copio a modo de presentación de esta nueva etapa blogguera, a través de la cual pretendo soltar aquello que como seres humanos no podemos detener en sentir y pensar, pero que difícilmente podrían publicarse en un diario (o página de noticias, como se dice ahora). Tal vez porque no es muy rentable hablar del alma, del espíritu ni de las emociones porque estamos más atentos a los últimos lanzamientos de la marca de la "manzana".


Así es que tu, quienquiera que seas, sin importar donde vivas ni a qué te dediques, puedes empezar a ser parte de los Identificados con mistecleos y seguir aprendiendo a (y algunas veces, riéndonos de) ser verdaderamente humanos a partir de nuestras experiencias, sencillas y/o complejas, agradables o no, con un toque de humor pero siempre con un profundo respeto.


Gracias por estar aquí.


Pierina