miércoles, 21 de marzo de 2012

Para entendernos bien


Siento (y de esto es lo que va a tratar principalmente este blog, de sentir) que debo explicar un poco más mi motivación a “teclear” temas personales, íntimos, cotidianos y universales, alejándome en la medida de lo posible de la última noticia política o económica, claro si la vena periodística me lo permite. Y esto se debe, principalmente, a la simple y primitiva de comunicar, de transmitir aquello que nos acontece, preocupa o alegra, con el fin de buscar una solución, consejo o sugerencia. Pero en mi caso me empuja más el interés de compartir.

Este año he sentido una energía (creo mucho en esto, advertido) especial, de fortaleza interior, de que puedo hacer lo que quiera con menos miedo al fracaso, a la vergüenza y a los señalamientos. Supongo que tiene que ver con el paso de los años (tengo 33 recién cumplidos; la edad de Cristo como dicen y al respecto les comentaré más en otro momento) y el ver que, si bien me faltan muchas cosas por alcanzar (una maestría, una casa propia, más tiempo y espacio para mi hobby de pintar sobre madera, entre otros), me siento a gusto con lo vivido hasta ahora y con lo que tengo: mi Sebas, mi premio Oscar, mis padres y mi familia colombo- venezolana, junto con una buena salud que me ha permitido trabajar en lo que me gusta, la comunicación social, ejercida ahora de una forma más relajada por ser periodismo institucional.

Esa misma energía me ha llevado a mirar con otros ojos a mi entorno, al medio ambiente que nos regala mañanas increíbles y atardeceres de película, que no permito que el tráfico citadino me haga perder. Disfruto una conversación común en la cola de cualquier banco o supermercado sólo por la bendición que me ha dado Dios de conversar con otro ser humano igual que yo. Por supuesto que hay días en que pego mis cuatro gritos si veo que se colean en una fila o noto alguna “viveza criolla”, pero no me engancho todo el día en ello, sino que respiro profundo y lo paso a la columna de gajes del oficio de vivir. Me he dado cuenta de que existe una conexión entre el alma o espíritu interno con el universo, y eso me encanta: saber que más allá de tanta materialidad existe una fuerza superior (llamada Dios, Jehová o Alá; lo que importa es la fe en ello) que nos provee de un poder inimaginable para vivir como queremos vivir.

Por último, debo confesar que me he hecho adicta a los blogs que cuentan experiencias familiares en otras partes del mundo, como forma (barata, por demás) de conocer otras formas de pensamientos y acciones, de viajar a través de las letras de otros (ya les iré copiando las direcciones web). No sé si será sólo “chismoseo” virtual, pero me ha ayudado a aliviar algunos pesos al darme cuenta que nos unen muchas cosas, independientemente de los kilómetros que nos separen o el idioma que hablemos. He aprendido a través de sus experiencias y me han dado muchas pistas sobre cómo conectarme conmigo misma mientras el hago el tete a mi Sebas o discuto con mi premio Oscar sobre la crisis (increíble, pero se puede). Y, por otra parte, me ha llamado la atención que no existen muchas blogs venezolanos al respecto (o tal vez, no los he sabido buscar), siendo nuestra característica la espontaneidad, la risa fácil y lo “cuenteros” que podemos llegar a ser sólo por una buena conversa.

Así que sobre esto tratarán las siguientes entradas. Si te gusta, chévere contar contigo en este camino y si no, tranqui: igual gracias por pasar por aquí.

Pierina

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