viernes, 23 de marzo de 2012

Lluvia: te sabía nostálgica



A diferencia de muchos, a mi me gusta la lluvia. No sólo porque me provoca quedarme acurrucada en mi casa, con una buena película y chocolate caliente, sino porque también la puedo disfrutar aún estando en la calle. Las gotas me erizan y me encanta; chapoteo las pequeñas lagunas y me encanta. En este punto, algunos pensarán “ésta como que nunca ha tenido que salir temprano a trabajar con un aguacero y ¡sin tener carro propio!”. Pues sí, me toca con frecuencia, y precisamente lo supero con sólo disfrutar al ver la ciudad, mi Caracas, a través de los vidrios mojados de un transporte público.

Es como ver a la ciudad recién bañada, como yo, para escribir un nuevo verso de su rima o titiritando de sentimiento puro hacia el amado/a o sudada por ese ajetreo cotidiano, en medio de vehículos y personas que le tropiezan apurados.  O es descubrirla triste, con las lágrimas que le genera un recuerdo, una pena o un dolor, como la he sentido hoy. Gotas de lluvia como lágrimas por un ser querido que ha sido ultrajado, desaparecido, sacado de este mundo por el hampa.

No hay palabras para tanta impotencia. Cada día aumenta la pérdida de hombres, mujeres, niños, pobres, ricos, conocidos y desconocidos, en medio de un huracán de violencia y odio. Lo veo y siento el llorar de seres humanos que ya no saben a cuál autoridad acudir para exigir seguridad ni a cuál santo rezarle para pedir protección. Hoy veo la lluvia y lloro a través de ella. Lluvia: te sabía nostálgica pero no tan dolorosa.

Pierina

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